Rutas por Cuenca 1: consejos para hacer turismo por rincones especiales de la ciudad.Para conocer los mejores lugares de interés en Cuenca conviene dejarse llevar por la curiosidad antes que ir demasiado pendiente de un plano. En primer lugar casi todos los planos son, como su nombre indica, planos, es decir no reflejan el verdadero relieve de las ciudades, cosa muy relevante en la nuestra; ...y en segundo lugar, lo que en un plano de Cuenca puede parecer un pequeño callejón que no lleva a ningún sitio, es la forma de acceder a un fabuloso rincón que habremos pasado de largo si nos fiamos demasiado del papel (o del GPS del móvil). Por eso voy a aconsejar en este artículo algunos lugares de gran encanto donde muchas veces no se acercan los turistas que visitan Cuenca. Como siempre, aconsejo evitar la pereza por miedo a bajar cuestas que haya después que subir. No son pocas las personas que dicen conocer Cuenca pero ni siquiera subieron por la calle de San Pedro o, peor aún, se limitaron a asomarse a las Casas Colgadas desde el río, y eso es como ir a Sevilla y darla por vista tras parar un rato frente a la Torre del Oro. Vamos pues a hablar de esos lugares que no nos podemos perder Barrio de San Miguel: una gran sorpresa a un paso de la Plaza Mayor. No es fácil imaginar que una escalerilla que desciende bajo un pequeño arco ojival en la anteplaza del ayuntamiento (justo junto a la oficina de turismo) nos lleve a un balcón con hermosas vistas de la hoz del Júcar y todo el conjunto del convento de la Merced y el Seminario, cuyas terrazas se precipitan hacia el lecho del río. Una vez allí lo ideal es recorrer esos miradores hasta la románica iglesia de San Miguel, hoy cotizado lugar de conciertos y espectáculos. A este mirador se asoman bonitos ejemplos de arquitectura tradicional con sus balconadas de madera, sus travesaños incrustados en las fachadas y su fabulosa lucha por aprovechar el espacio disputándose un hueco ante el abismo. Hay otros dos pasadizos que descienden a esta zona desde la calle Severo Catalina junto a la Plaza Mayor (llamada popularmente “Pilares”), uno junto a la iglesia y otro en la parte central del mirador, que aconsejo recorrer pues es una buena muestra de los retos de la ingeniería medieval en la inexpugnable Cuenca. Por las noches esta zona se transforma, pues el propio túnel tiene acceso a varios bares de copas que merecen al menos un vistazo pues son ejemplos de auténtica arquitectura conquense. Cuenca, una ciudad sobre dos precipicios: paseando por las Rondas. Hay en Cuenca dos calles que son dos magníficos miradores en sí mismas. Como bien indica su nombre, bordean la ciudad medieval al borde de los dos abismos, porque la ciudad serpentea entre las gargantas del Júcar y el Huécar. Esta ciudad añadió a sus murallas naturales, formadas por colosales roquedos, grandes lienzos de muralla en los pocos lugares que la naturaleza dejaba menos protegidos. Y estas calles son un perfecto paseo de ronda por donde recorrer la ciudad que desciende poco a poco zigzagueando en perfecta adaptación al terreno. Recomiendo recorrerlas completamente al menos una vez de día y una de noche, pues las vistas son tales que me cuesta evitar tomar fotos y más fotos cada vez que las recorro. Eso sí, como muchas veces lo queremos todo a la vez, hay un solo sitio desde donde se contemplan ambas hoces a la vez en una panorámica irrepetible: el puentecillo que atraviesa el arco del Bezudo del antiguo castillo (también hay unas escaleras que permiten subir al lienzo de muralla sobre dicho arco y gozar de las vistas desde un lugar algo más elevado). Ronda del Huécar: un viaje a la edad media.Aunque la natural pereza nos aconsejaría descender desde el aparcamiento del barrio del castillo por la calle principal, por donde bajan los coches, hay que ignorarla y descender desde la Plaza del Trabuco hacia el Museo Fundación Antonio Pérez y girar a la izquierda para asomarse un poco más arriba al mirador que queda justo a espaldas del Archivo Histórico Provincial, una de las mejores vistas de la Hoz del Huécar. Desde allí volveremos hacia la Fundación y ya es todo bajada recorriendo poco a poco una calle recoleta donde podremos sentirnos en la misma edad media: pasaremos por delante del antiguo convento de las Carmelitas, bajo la Iglesia de San Pedro (encaramada sobre la misma piedra), atravesaremos varios pasadizos y dejaremos a un lado una plaza de diminuto tamaño pero gran encanto. Llegaremos entonces a un estupendo mirador con otra fabulosa perspectiva de la hoz, esta vez justo frente al Parador de Turismo, y al poco veremos a la izquierda la Posada de San José, hotel encantador donde aconsejo comer o cenar. Desde allí nos queda un corto paseo dejando a la derecha las ruinas de la antigua Iglesia de San Pantaleón, a la izquierda los muros del claustro para llegar finalmente a la parte trasera de la nave izquierda de la Catedral, donde aún se aprecia el lugar donde se encontraba la torre del Giraldo, que se derrumbó tras aquel triste día de 1902 en que también perdimos la fachada barroca. Una continuación natural a este paseo, es decir, bordeando la Hoz del Huécar, nos obligará a rodear la Catedral, pasar por delante del Palacio Arzobispal y girar por la calle de la izquierda, donde hay dos hermosos museos, para llegar a la parte de atrás (la menos conocida) de las Casas Colgadas. En esta ocasión propongo seguir nuestra ruta y no optar por lo habitual, que es salir por el pasadizo a la hoz para ver la famosa vista de las Casas que todo el mundo conoce; esta vez nos dirigiremos a un barrio precioso de Cuenca: Barrio de San Martín: los rascacielos de Cuenca, una arquitectura singular.Poca gente se adentra en este barrio a pesar de tener algunos de los rincones más hermosos de Cuenca, y seguramente sus empinadas cuestas tengan gran parte de la culpa. Sin embargo, bajando con calma desde la parte trasera de las Casas Colgadas, podremos recorrer unos jardines con varios miradores excepcionales a la Hoz del Huécar, o bien internarnos por los pequeños callejones esparcidos por la ladera, con casas rústicas pintadas en bonitos colores, y disfrutar siempre con la vista de las casas que nos acompañarán a la derecha todo el recorrido: los llamados rascacielos de Pío Baroja, quien narraba que los burros se asomaban a los balcones al atardecer (más abajo se entenderá por qué podía ocurrir eso). Para poder valorar más estos edificios hay que decir que probablemente sean de los rascacielos más antiguos del mundo, y son todo un ejemplo de la peculiar arquitectura conquense. Cuenca usó principalmente la madera de sabina, un material resistente pero más flexible, capaz de irse corvando o torciendo, pero por tanto más difícil de quebrar. Eso mismo ha dotado a Cuenca de uno de sus rasgos más distintivos: sus casas parecen adaptarse a la posición que les ha tocado vivir. Estos edificios tienen en algún caso más de 10 plantas si los observamos desde esta zona, pero más curioso aún es que por la calle Alfonso VIII, es decir, por su parte de atrás, esos mismos edificios tienen como mucho 4 ó 5 plantas. Más curioso todavía es que esas casas tienen entrada por ambos lados, pero mientras que desde la hoz siempre deberemos subir escaleras, desde Alfonso VIII podremos subirlas (si vamos a pisos sobre el nivel de la calle) o bajarlas (si vamos a pisos bajo el mismo –que serán pisos altos sin embargo hacia la hoz-). Un burro, así pues, podría entrar por Alfonso VIII a pie de calle y asomarse a lo que sería un 6º piso a la hoz… Poco a poco, aunque bajando empinadas cuestas, nos iremos acercando al pequeño río Huécar, en otros tiempos temible por sus riadas y ahora apacible regato en un entorno digno de cientos de fotografías. Para terminar el paseo, no puedo dejar de aconsejar cenar o tomar algo en Grotte del Huécar, un restaurante que no dejará a nadie indiferente al estar situado en una enorme cueva natural, también con terrazas donde tomar algo frente a unas vistas incomparables. Ronda del Júcar: un balcón a la naturaleza en la misma Cuenca No sabría decir cuál de las dos hoces es mi preferida, si es que hubiera que elegir. Quizá la del Júcar sea más salvaje, como un adelanto de la Serranía en la que se adentra. En todo caso recorrer la ronda es la forma de contemplar un fabuloso escenario natural.
Como otras veces, si es que se puede elegir planificarlo así, lo más fácil es hacer el paseo “de bajada”, es decir, desde el barrio del castillo hacia la Plaza Mayor, pero sabemos que el turista raras veces puede planificar tanto las cosas (afortunadamente diría yo, pues se perdería si no gran parte de la ilusión en los viajes). Un buen lugar para contemplar la hoz del Júcar es el aparcamiento que hay justo frente al Archivo Histórico Provincial (el edificio que tiene una estatua del conquense Fray Luis de León y que espera recibir en 2018 una importante colección de arte de Roberto Polo). Desde allí descendemos unos metros por la calle principal pero antes de llegar a la entrada de la Iglesia de San Pedro bajaremos a la derecha por unas escaleras bajo un arco, ya estamos en la ronda del Júcar y podemos asomarnos a impresionantes miradores a la hoz. El recorrido desde aquí es fácil: tan solo seguir el suave descenso de esta callecita a la vez que vemos a la izquierda las típicas casas populares a las que nadie puede robar una fabulosa vista. Llegaremos a una plazoleta dedicada al escritor Camilo José Cela que, como tantos, quedó fascinado por Cuenca. La calle se convierte enseguida en una estrecha escalera por la que llegaremos a la calle Severo Catalina y desde donde podremos optar, si nos encontramos con fuerzas, por girar a la derecha y tomar la bajada al Santuario de las Angustias, patrona de la provincia de Cuenca. Esta bajada tiene un encanto especial, incluida la imagen de Cristo tallada en roca viva y argumento de leyenda, y compensa más aún la llegada a la bucólica plazoleta donde está el santuario, una fuentecilla y un antiguo convento en cuyo patio se haya la cruz objeto también de una bonita leyenda. Desde aquí podremos completar el recorrido y seguir bajando hasta el Recreo Peral, un lugar con gran encanto a la misma orilla del Júcar y donde se come estupendamente. Así, sin darnos cuenta, habremos bajado más de 100 metros de desnivel y mirando hacia arriba podremos disfrutar entonces del cogollo de la ciudad encaramada que se asoma al río. Tras estos paseos estaremos listos para descansar con el recuerdo repleto de vistas inolvidables.
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Rutas y consejos para visitar Cuenca en otoño.El otoño es una estación inmejorable para visitar Cuenca. El próximo puente del Pilar tendrá para muchos afortunados una duración ideal para conocer Cuenca ciudad y hacer alguna escapada por la provincia. El tiempo en octubre en Cuenca suele ser muy apacible, con una temperatura idónea para no sudar ni tener frío, lo que permite llevar la ropa justa y además gozar todavía de esos placeres que el invierno nos va haciendo más difícil como tomar algo en una terraza. Aunque bien es cierto que el clima hace cosas cada vez más raras, el otoño en Cuenca es muy buena época para disfrutar de la ciudad, también de la Serranía y su naturaleza sorprendente, de la berrea, y sobre todo de su espectacular colorido otoñal, motivo más que suficiente para conocerla en esta época. Turismo por Cuenca en otoño. Rutas de senderismo sin salir de Cuenca.El otoño quizá sea la mejor estación para visitar Cuenca: ese fresco mañanero o tras la puesta de sol nos motivará para subir y bajar sus cuestas, entrando así enseguida en calor. Y es la mejor época para asomarnos o, mejor aún, aprovechar para hacer senderismo por sus dos hoces, la del Júcar y el Huécar, que se visten entonces de hermosos colores rojos, ocres, dorados o plateados. Para ello existe una red de senderos denominada “Flor de senderos” que brinda paisajes únicos sin salir de la ciudad. Porque lo que hace a Cuenca especial es que su núcleo histórico está insertado en la misma Serranía de Cuenca, su caserío medieval está encaramado en un gran espolón rocoso donde la sierra parece despeñarse hacia la planicie donde la ciudad moderna ha encontrado su lugar para expandirse. En lo alto, la ciudad antigua que serpentea sobre los dos precipicios de los ríos Júcar y Huécar forman una estampa que merece ser observada desde todos los puntos posibles. Por eso aconsejo hacer al menos una ruta por cada hoz, cada una tiene su especial encanto y no sabría con cuál quedarme. Ruta de San Julián el Tranquilo: unas fabulosas vistas del caserío de Cuenca en la Hoz del Júcar.Es el camino que los conquenses solemos tomar para subir a la ermita del que fue segundo Obispo de Cuenca, una recoleta construcción que está muy cerca de la cueva donde este santo se retiró para llevar una vida austera, y donde hacía sus conocidos cestos de mimbre que le acompañan siempre en sus imágenes. Más de uno no se creerá que muchos conquenses suben más de 120 metros de desnivel en plena medianoche cada Nochebuena para ir allí a la misa del gallo… y no precisamente con calor… El sendero tiene unos 2 kilómetros hasta la ermita desde su inicio junto al río Júcar, donde se puede llegar en coche (justo frente al Recreo Peral y La Terraza del Júcar, dos estupendos sitios para tomar algo o cenar junto al río). El primer tramo puede desanimar a alguno porque es el de más desnivel, pero enseguida las vistas que proporciona, y más en otoño, habrán hecho merecer el esfuerzo. No hace falta nada especial, salvo unas zapatillas de deporte y tener cuidado donde se pisa (sobre todo al bajar), pues es camino natural y en muchos sitios hay piedras sueltas. Si bien el camino tiene esos 2 kilómetros, podemos volvernos cuando queramos, pero aconsejo los primeros tramos sobre todo, desde los que se va viendo la ciudad encaramada en la roca sobre la hoz del Júcar. Ruta de la Hoz del Huécar.Parece mentira que esta impresionante hoz fuera esculpida por un río que hoy vemos tan inocente. Contemplarla desde los 40 metros de altura del puente de San Pablo produce (además del común vértigo) la sensación de estar en un fabuloso decorado donde las construcciones se asoman al abismo y se recortan en el cielo de un intenso azul. Pero tan bonita como desde lo alto del puente (o más) es la vista desde abajo: andar unos cientos de metros por la acera que bordea la carretera de Palomera, bajo el Parador Nacional de Turismo, nos permitirá contemplar la ciudad en lo alto del risco, y podremos seguir su perfil adaptándose a las rocas, las capillas de la girola de la Catedral literalmente voladas sobre el precipicio, y podremos hacer la foto más popular, la de las Casas Colgadas sobre el puente desde una perfecta perspectiva. Ya que estamos junto al río Huécar podemos seguir dando un buen paseo y nada fatigoso: continúa el curso del río hasta la misma desembocadura en el Júcar, y permite girar por una pasarela de madera que bordea entonces el Júcar hasta el Recreo Peral, así que es ideal para hacerlo un soleado día otoñal para después comer o tomar una caña allí. La Serranía de Cuenca: consejos para turismo en otoño.Siempre que se pueda hay que visitar esta extensa comarca natural que ocupa casi la mitad norte/noreste de la provincia de Cuenca. La misma ciudad de Cuenca está dentro de esta comarca, por eso nada más salir de ella entramos en un territorio que sorprende por sus extensos bosques, sus fabulosos paisajes de caliza moldeada caprichosamente, sus ríos salvajes y sus acogedores pueblos. Pero una vez más su poder de atracción se multiplica en otoño, cuando los tonos dorados al fondo de escarpados desfiladeros contrastan con el intenso verde de los pinares de Cuenca, famosos ya desde siglos atrás como narran las crónicas de viajes reales por la provincia. En esta ocasión la sugerencia es ver animales en un paisaje único. Otoño en El Hosquillo: plan ideal con niños para ver animales en plena naturaleza.Hay un sitio que me encanta, el Hosquillo, un Parque Cinegético a unos 37 kms de Cuenca. Aparte de que se encuentra en un paraje natural impresionante, puedes ver animales en semilibertad. No es un zoológico, sino un valle con enormes extensiones de bosque donde un guía te acompaña para intentar ver los animales (entre ellos y los visitantes hay unas vallas de separación por seguridad).
Sólo pasear por aquél lugar, oir sus sonidos y oler el bosque es un lujo. Pero ver los osos con sus oseznos es para mí la guinda del pastel. Las veces que he ido estuvimos a 2 metros de ellos (separados por una empalizada de madera, por supuesto), y vimos cómo los oseznos luchaban por la comida, cómo la osa los protegía,… Se reserva por Internet la entrada para el día que se pretenda ir. Hay que ir con tiempo, porque son carreteras de montaña y hay que respetar la hora a la que te citan a la entrada del parque porque tras entrar el grupo que ha reservado se cierra. Como regalo añadido a la siempre bonita visita, en otoño es probable disfrutar del espectáculo de la berrea: oir los bramidos de los ciervos en todo el valle mientras se hace la visita del Hosquillo es algo muy especial. Pero terminaré asegurando que cualquier rincón de la Serranía será igualmente delicioso para pasar un estupendo día de otoño. |
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Marzo 2020
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