Seguramente a quien no es de Cuenca le extrañe cuando decimos que en ninguna otra época como esta la ciudad se transforma y vibra en toda su plenitud. Nunca se concentra en tan pocos días tal intensidad de sentimientos no sólo entre los conquenses (los que viven aquí y los miles de emigrados que no entenderían una Semana Santa fuera de Cuenca), sino incluso sus visitantes, que acaban contagiados por su inexplicable fuerza. La caprichosa orografía de la ciudad y su pintoresca parte histórica, punto clave de todos los recorridos procesionales, aportan especial vistosidad a los mismos, lo que añade a la Semana Santa conquense una calidad estética que cualquiera podrá disfrutar al margen de compartir o no su fondo argumental. Quien pase estos días en Cuenca verá que todo se confabula para crear una perfecta escenografía que convierte en un museo vivo esta Jerusalén castellana. En Cuenca todos los desfiles desde el Domingo de Ramos al de Resurrección, siguen el orden cronológico que se relata en la Biblia. En muchas ciudades se solapan desfiles en varios barrios sin llegar a juntarse, o puede desfilar un día un paso con Jesús crucificado y al siguiente uno con Jesús en el Huerto de los olivos. Aquí sin embargo todos los desfiles integran un discurso único que permite a la ciudad en pleno seguir la semana de pasión de inicio a final. Los desfiles siguen además un recorrido muy similar, principalmente por la parte antigua o “alta”, con un ligero internamiento en la “baja”. Los desfiles suben y bajan (o a la inversa), con un breve descanso en la Plaza Mayor, obligado sobre todo para los banceros. La Semana Santa en Cuenca: sensaciones para los 5 sentidosLa vista: los colores de la Semana Santa de CuencaEstos días la ciudad bulle en una constante actividad y como si de un adelanto prematuro del verano se tratara, por muy frías que puedan ser las madrugadas, la gente llena a todas horas las calles, que se convierten en un animado trasiego de procesiones, bandas de música, turistas con cámara en mano, gente que sale de casa para verlas en su lugar favorito o quienes vuelven a casa tras verlas para descansar y coger fuerzas.. Cuenca adquiere una magia especial, que se acrecienta por el romper de la primavera, en todo su esplendor o con timidez, según el mes en que toque y la fuerza con que el calor llegue cada año. Así, los colores de los brotes de los árboles o las primeras flores se unen a todas las gamas de color que lucen los nazarenos en sus túnicas y las figuras en sus mantos. Lo primero que viene a mi mente de estos días es el rico colorido que empieza con los contrastes entre el sol alegre de la primavera y las frías umbrías y continúa con los tonos de los capuces y túnicas de los nazarenos, que compiten en cromatismo con las fachadas de Alfonso VIII. Toda la gama de colores desfila estos días, siendo el Viernes Santo el más completo, tornándose más oscuros hasta llegar al negro en los pasos que portan a Jesús ya fallecido. El tacto: a hombros por las cuestas de CuencaProbablemente lo que más sorprende a los visitantes de Cuenca sea ver que todos los pasos se llevan a hombros, lo cual, teniendo en cuenta las pronunciadas cuestas, sus angostas calles, la envergadura de la mayoría de ellos y el frío tan habitual, hacen valorar más todavía dicha proeza. Pero lo que aún le da más valor es que las personas que llevan el paso a hombros pagan importantes cantidades de dinero por hacerlo, y lo consideran tal orgullo que se realizan concurridas subastas en cuanto acaba cada año la Semana Santa para ver quiénes son los afortunados de llevarlos el año siguiente. El lento discurrir de las procesiones de Cuenca siempre arriba y abajo por empinadas calles de guijarros resultará sin duda más duro para algunos banceros que soportan el pesado paso sobre sus pies descalzos. El oído: los sonidos de Semana Santa y la Semana de Música ReligiosaCualquier conquense es capaz de sentirse en casa tan sólo con oir los primeros compases del “San Juan” o el “Ecce Homo”. Desde el primer domingo percibiremos las primeras notas de una sinfonía urbana que nos seguirá toda la semana y que es el acompañamiento constante de esta gran obra donde toda la ciudad participa. No se entendería la Semana Santa de Cuenca sin sus variados sonidos, dentro de su esencia castellana, austera y silenciosa. Por toda la ciudad resuenan los sones de las bandas que sirven de compás al lento discurrir de los pasos, que con todo su peso parecen (y a veces lo logran) bailar a su son. Pero quizá el sonido más estremecedor y particular de la Semana Santa de Cuenca sea el golpe sordo y acompasado de las horquillas sobre el frío empedrado de la parte alta. Los banceros, que llevan a hombros los pasos (la mayoría de más de una tonelada), se apoyan en esas horquillas para descansar y cuando andan les ayudan a mantener el compás. Aunque lo más propio de la semana es su silencio, o mejor dicho el contraste constante entre el silencio y su ruptura, especialmente en la madrugada de Viernes Santo, cuando el estruendo de “las turbas”, que recrean con sus tambores y clarines el gentío que increpaba a Jesús, es acallado en seco, como por arte de magia, por las tímidas voces del coro que eleva el Miserere desde la Iglesia de San Felipe. Además del de las calles, resuenan en la Semana Santa de Cuenca otros sonidos de interés turístico internacional, los de la Semana de Música Religiosa (SMR), que cumple ahora su 57º aniversario. Ofrece una serie de conciertos de gran nivel artístico repartidos por diferentes espacios de la ciudad antigua escogidos con mimo para disfrutar de los mejores obras en un contexto geográfica y temporalmente perfecto. El gusto y el olfato: los olores y sabores de la Semana Santa de CuencaAdemás de la naturaleza que rodea la ciudad por todos lados y nos envía constantes mensajes que anuncian la primavera con sus aromas vegetales, el olfato se embriaga con los olores de la cera de las velas de las tulipas y el incienso de las procesiones. Y no sólo despierta el olfato sino sobre todo el gusto la arraigada cocina cuaresmal que seguimos manteniendo. Es fácil saber qué comeremos cada Vienes Santo del año, pues la garbanzada con buñuelos de bacalao y el bacalao al pil pil es tradicional y muy apropiado para reponer fuerzas un día en que la ciudad empieza a procesionar a las 5 de la madrugada y no acaba hasta la medianoche. Para terminar una comida de Semana Santa es habitual tomar un trocito de alajú con un traguito de resolí, dulce y bebida de origen árabe típicos de Cuenca sobre todo en esta época. Los mejores lugares para captar la magia de la Semana Santa en CuencaSeguramente sugiero un imposible, como es situarse en un sitio y un momento concreto en una ciudad escarpada y de traza medieval repleta de gente, pero no me resisto a sugerir unos cuantos sitios y momentos de especial belleza.
Eso sí, mi consejo será siempre ver las procesiones por la parte antigua y no dejarse vencer por el cansancio para no perdernos momentos únicos. - Iglesia de San Felipe: además de ser una zona donde la calle Alfonso VIII se ensancha y el cortejo se luce más, allí se puede escuchar (a la bajada de la procesión, no a la subida) al coro Alonso Lobo cantar el Miserere y Alma Mater Dolorosa, especialmente emotivo (y concurrido) el Viernes Santo cuando surge entre el clamor de las turbas. - Curva de la Audiencia Provincial: es un lugar ideal para ver cualquier procesión, con una fabulosa perspectiva de dos curvas consecutivas y, si la primavera ha avanzado, el árbol del amor lleno de flor. - Calle del Peso: asomándose a la barandilla del pequeño jardín se tiene una hermosa vista de uno de los lugares más angostos y difíciles, lo que aporta estampas de gran belleza. - Plaza Mayor: ver la llegada de cualquiera de las procesiones a una plaza atestada de gente donde no parece caber nadie más es impresionante, al igual que ver salir la procesión del Santo Entierro el Viernes a las 9 de la noche desde la Catedral en un silencio sepulcral. - Plaza del Salvador: epicentro de la procesión más afamada del Viernes Santo, encontrar un lugar para verla comenzar o terminar allí es difícil, pero vislumbrarla desde el callejón de La Madre de Dios (tras la Iglesia de San Felipe) es una buena opción. De todos modos, para descubrir los mejores rincones de Cuenca, en Semana Santa como el resto del año, lo mejor es dejarse llevar y perderse… para encontrar lugares que ganan en encanto estos días, y ¡cómo no! estas noches.
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